¡Oh Dios mío!, a ti te invoco al comienzo del día.
Ayúdame a orar y a concentrar mis pensamientos en Ti;
no lo logro por mí mismo.
Reina en mí la oscuridad, pero en Ti está la luz;
estoy solo, pero Tú no me abandonas;
estoy desalentado, pero en Ti está la ayuda;
estoy intranquilo, pero en Ti está la paz;
la amargura me domina, pero en Ti está la paciencia:
no comprendo tus caminos,
pero tú conoces [el] camino recto para mí.
Espíritu Santo,
concédeme la fe
que me salve de la desesperación y del vicio.
Concédeme el amor a Dios y a los hombres;
un amor que extinga todo odio y amargura.
Concédeme la esperanza
que me libere del temor y del desaliento.
Enséñame a amar a Jesucristo y a cumplir su voluntad.
Dietrich Bonhoeffer