21. San Daniele Comboni, apóstol para Africa y profeta de la mision

En la reciente catequesis del Papa Francisco sobre San Daniel Comboni, hemos sido testigos de un relato conmovedor sobre la vida y el legado de este apóstol apasionado por África y la evangelización. Más allá de su dedicación a la misión en tierras africanas, San Daniel Comboni nos ofrece un valioso ejemplo de espiritualidad que puede inspirarnos en nuestra búsqueda de una vida espiritual más profunda y significativa.

La pasión por Dios y el prójimo

San Daniele Comboni, con sus palabras y acciones, nos recuerda la importancia de la pasión por Dios y por nuestros semejantes. Su amor incondicional por África y su deseo de dar la vida por sus hermanos africanos nos muestran cómo la espiritualidad genuina se nutre del amor y la entrega hacia Dios y los demás. El Papa en su catequesis indica:

La esclavitud “cosifica” al hombre, cuyo valor se reduce al ser útil a alguien o algo. Pero Jesús, Dios hecho hombre, ha elevado la dignidad de cada ser humano y ha desenmascarado la falsedad de toda esclavitud. Comboni, a la luz de Cristo, tomó conciencia del mal de la esclavitud; entendió, además, que la esclavitud social tiene sus raíces en una esclavitud más profunda, la del corazón, la del pecado, de la cual el Señor nos libera.

Papa Francisco (2023) Catequesis. La pasión por la evangelización: el celo apostólico del creyente. 21. San Daniele Comboni, apóstol para Africa y profeta de la mision.

Y esto es importante no perderlo de vista en la misión, porque el misionero como Comboni, se transforma de tal modo, que posibilita que la persona trascienda. La visión de Comboni no surge de un solo, sino que se construye en cuanto entiende el sufrimiento de sus hermanos africanos y los ve como prójimos, como hermanos, hijos de un mismo Padre. Pero esta pasión por Dios y el prójimo pasa por la reflexión, no puede Comboni ser misionero siguiendo sus propias ideas, sino desde la pasión de Dios. Reflexionemos sobre cómo podemos vivir una espiritualidad que trascienda el mero cumplimiento de rituales religiosos y se convierta en un profundo amor por quienes nos rodean.

Combatir el clericalismo

El Papa Francisco destacó la importancia de luchar contra el clericalismo, una peste que puede alejarnos de una espiritualidad auténtica. Y aún más, esto no afecta solamente a los hombres que estan dentro del Orden sacerdotal, sino también a los religiosos y religiosas, a los laicos que viven con el cuello torcido hacia una realidad que no es. El clericalismo mata el corazón de la persona y la centraliza en aquellas acciones que no son propias del corazón de Dios. Pero, ¿Cómo podemos evitar caer en el clericalismo y en su actitud egoísta? San Daniel Comboni nos enseña que la espiritualidad debe ser humilde y centrarse en el servicio y el amor por los demás.

Evangelización y solidaridad

San Daniel Comboni abogó por la idea de «salvar África con África», reconociendo la importancia de involucrar a la comunidad local en la evangelización. Esta noción nos desafía a encontrar formas de llevar a cabo nuestra espiritualidad de manera colaborativa y solidaria. ¿Cómo podemos contribuir al crecimiento espiritual de nuestra comunidad y fomentar la solidaridad entre nosotros? No basta con dar por dar, implica hacer vida lo que san Pablo aconseja a los filipenses cuando les dice:

Así pues, si hay una exhortación en nombre de Cristo, es un estímulo de amor, una comunión en el Espíritu, una entrañable misericordia, colmad mi alegría, teniendo un mismo sentir, un mismo amor, un mismo ánimo, y buscando todos lo mismo. Nada hagáis por ambición, ni por vanagloria, sino con humildad, considerando a los demás como superiores a uno mismo, sin buscar el propio interés sino el de los demás.

Flp 2, 1-4

Es decir, Daniel Comboni tenía claro que la evangelización de África implicaba negarse así mismo y a sus ideas, para transformarse junto con ellos, en un hombre según el corazón del Evangelio. No se puede ser misionero viviendo como rey, sino desde la realidad del misionado. La vida de Comboni es autentica manera de hacer y ser hijos del Señor, seguidores de sus pasos, hombres y mujeres que dicen “sí” a la misión comprometida y real de los hermanos necesitados.

Justicia social y cuidado de los pobres

El Papa Francisco mencionó la lucha contra la esclavitud y el colonialismo económico en África. San Daniel Comboni nos recuerda la importancia de no olvidar a los más pobres y marginados. La justicia social del Evangelio no es una justicia política, ni marxista, ni leninista, ni de izquierda, ni de derecha. Es una propuesta evangélica que se nutre en el Evangelio. Imposible pensar en el cuidado del pobre como una categoría política, más bien hay que pensar en el pobre como los “Anawin” del Evangelio. Fuera de esto, no hay ningún sentido.

La espiritualidad auténtica implica trabajar por la justicia social y el cuidado de los menos afortunados. ¿Cómo podemos integrar la justicia social en nuestra vida espiritual y participar en la transformación de la sociedad?

Evangelización en contextos locales

San Daniel Comboni enfatizó la importancia de inculturar el Evangelio y adaptarlo a la cultura local. Esto nos invita a reflexionar sobre cómo podemos llevar la espiritualidad a nuestros propios contextos culturales y vivirla de manera auténtica y relevante en nuestra vida diaria.

No se puede pensar en la evangelización sin una debida contextualización de los métodos, del mensaje, de un estudio de las formas de vivir y pensar de los hombres y mujeres a los que está diriguido el mensaje kerigmático. Por ende, posibilita asumir el rol del misionero como una persona capaz de insertarse en la vida de la comunidad local, para saber orientar el mensaje dado.

San Daniel Comboni nos muestra que la espiritualidad no es solo un conjunto de creencias y rituales, sino una pasión que nos lleva a amar a Dios y a nuestros semejantes de manera profunda y comprometida. Su vida y enseñanzas nos inspiran a cultivar una espiritualidad que se manifieste en el servicio, la solidaridad y la justicia social, recordándonos que nuestra relación con Dios se refleja en cómo tratamos a los demás.

Catequesis. La pasión por la evangelización: el celo apostólico del creyente. 21. San Daniele Comboni, apóstol para Africa y profeta de la mision

PAPA FRANCISCO

AUDIENCIA GENERAL

Plaza de San Pedro
Miércoles, 20 de septiembre de 2023

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Catequesis. La pasión por la evangelización: el celo apostólico del creyente. 21. San Daniele Comboni, apóstol para Africa y profeta de la mision

Queridos hermanos y hermanas, ¡buenos días!

En el camino de catequesis sobre la pasión evangelizadora, es decir el celo apostólico, hoy nos detenemos en el testimonio de san Daniel Camboni. Él fue un apóstol lleno de celo por África. De esos pueblos escribió: «se han adueñado de mi corazón que vive solamente para ellos» (Escritos, 941), «moriré con África en mis labios» (Escritos, 1441). ¡Es hermoso! …Y a ellos se dirigió así: «el más feliz de mis días será en el que pueda dar la vida por vosotros» (Escritos, 3159). Esta es la expresión de una persona enamorada de Dios y de los hermanos que servía en misión, a propósito de los cuales no se cansaba de recordar que «Jesucristo padeció y murió también por ellos» (Escritos, 2499; 4801).

Lo afirmaba en un contexto caracterizado por el horror de la esclavitud, de la que era testigo. La esclavitud “cosifica” al hombre, cuyo valor se reduce al ser útil a alguien o algo. Pero Jesús, Dios hecho hombre, ha elevado la dignidad de cada ser humano y ha desenmascarado la falsedad de toda esclavitud. Comboni, a la luz de Cristo, tomó conciencia del mal de la esclavitud; entendió, además, que la esclavitud social tiene sus raíces en una esclavitud más profunda, la del corazón, la del pecado, de la cual el Señor nos libera. Como cristianos, por tanto, estamos llamados a combatir contra toda forma de esclavitud. Pero lamentablemente la esclavitud, así como el colonialismo, no es un recuerdo del pasado, lamentablemente. En el África tan amada por Comboni, hoy desgarrada por tantos conflictos, «tras el colonialismo político, se ha desatado un “colonialismo económico”, igualmente esclavizador. (…). Es un drama ante el cual el mundo económicamente más avanzado suele cerrar los ojos, los oídos y la boca». Renuevo por tanto mi llamamiento: «No toquen el África. Dejen de asfixiarla, porque África no es una mina que explotar ni una tierra que saquear» (Encuentro con las Autoridades, Kinshasa, 31 de enero 2023).

Y volvemos a la historia de san Daniel. Pasado un primer periodo en África, tuvo que dejar la misión por motivos de salud. Demasiados misioneros habían muerto después de haber contraído enfermedades, a causa del poco conocimiento de la realidad local. Sin embargo, si otros abandonaban África, no lo hizo Comboni. Después de un tiempo de discernimiento, sintió que el Señor le inspiraba un nuevo camino de evangelización, que él sintetizó en estas palabras: «Salvar África con África» (Escritos, 2741s). Es una intuición poderosa, nada de colonialismo en esto: es una intuición poderosa que contribuyó a renovar el compromiso misionero: las personas evangelizadas no eran solo “objetos” sino “sujetos de la misión”. Y san Daniel Comboni deseaba hacer a todos los cristianos protagonistas de la acción evangelizadora. Y con este ánimo pensó y actuó de forma integral, involucrando al clero local y promoviendo el servicio laical de los catequistas. Los catequistas son un tesoro de la Iglesia: los catequistas son aquellos que van adelante en la evangelización. Concibió así también el desarrollo humano, cuidando las artes y las profesiones, favoreciendo el rol de la familia y de la mujer en la transformación de la cultura y de la sociedad. ¡Y qué importante, también hoy, hacer progresar la fe y el desarrollo humano desde dentro de los contextos de misión, en vez de trasplantar modelos externos o limitarse a un estéril asistencialismo!  Ni modelos externos ni asistencialismo. Tomar de la cultura de los pueblos el camino para hacer la evangelización. Evangelizar la cultura e inculturar el Evangelio: van juntos.

La gran pasión misionera de Comboni, sin embargo, no fue principalmente fruto de un empeño humano: él no estuvo impulsado por su valentía o motivado solo por valores importantes, como la libertad, la justicia o la paz; su celo nació de la alegría del Evangelio, ¡acudía al amor de Cristo y llevaba al amor por Cristo! San Daniel escribió: «Una misión tan ardua y laboriosa como la nuestra no puede vivir de pátina, de sujetos con el cuello torcido y llenos de egoísmo y de ellos mismos, que no cuidan adecuadamente la salud y la conversión de las almas». Este es el drama del clericalismo, que lleva a los cristianos, también los laicos, a clericalizarse y a transformarlos – como dice aquí – en sujetos del cuello torcido llenos de egoísmo. Esta es la peste del clericalismo. Y añadió: «es necesario encenderles de caridad, que tenga su fuente de Dios, y del amor de Cristo; y cuando se ama realmente a Cristo, entonces son dulces las privaciones, los sufrimientos y el martirio» (Escritos, 6656). Su deseo era el de ver misioneros ardientes, alegres, comprometidos: misioneros – escribió – «santos y capaces. […] Primero: santos, es decir ajenos al pecado y humildes. Pero no basta: es necesaria caridad que hace capaces los sujetos» (Escritos, 6655). La fuente de la capacidad misionera, para Comboni, es por tanto la caridad, en particular el celo en el hacer propios los sufrimientos de los otros.

Su pasión evangelizadora, además, no le llevó nunca a actuar como solista, sino siempre en comunión, en la Iglesia. «Yo no tengo otra cosa que la vida para consagrar a la salud de esas almas – escribió – quisiera tener mil para consumarlas con tal fin» (Escritos, 2271).

Hermanos y hermanas, san Daniel testimonia el amor del buen Pastor, que va a buscar a quien está perdido y da la vida por el rebaño. Su celo fue enérgico y profético en el oponerse a la indiferencia y a la exclusión. En las cartas se refería apremiante a su amada Iglesia, que por demasiado tiempo había olvidado a África. El sueño de Comboni es una Iglesia que hace causa común con los crucificados de la historia, para experimentar con ellos la resurrección. Yo, en este momento, os sugiero algo. Pensad en los crucificados de la historia de hoy: hombres, mujeres, niños, ancianos que son crucificados por historias de injusticia y de dominación. Pensemos en ellos y recemos. Su testimonio parece repetir a todos nosotros, hombres y mujeres de Iglesia: “No os olvidéis los pobres, amadlos, porque en ellos está presente Jesús crucificado, esperando resucitar”. No os olvidéis de los pobres: antes de venir aquí, he tenido una reunión con legisladores brasileños que trabajan por los pobres, que tratan de promover a los pobres con la asistencia y la justicia social. Y ellos no se olvidan de los pobres: trabajan por los pobres. A vosotros os digo: no os olvidéis de los pobres, porque serán ellos los que os abran la puerta del Cielo.

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