El celo apostólico del creyente. 29. El anuncio es en el Espíritu Santo.

El Papa Francisco, en su reciente catequesis, nos sumerge en la profundidad del anuncio del Evangelio, resaltando la importancia vital de la presencia del Espíritu Santo en el proceso de evangelización. En esta reflexión, analizaremos los puntos clave abordados por el Papa, destacando la esencia del celo apostólico y su relación intrínseca con la acción del Espíritu en la difusión del mensaje cristiano.

El Pontífice nos recuerda que el anuncio del Evangelio va más allá de una simple transmisión de información; es una alegría que se proclama en el hoy, dirigida a todos y testimoniada con credibilidad. Sin embargo, destaca que este anuncio debe acontecer en el Espíritu Santo para ser verdaderamente fructífero.

Francisco subraya el primado del Espíritu Santo en el proceso evangelizador. Al referirse a las palabras de Jesús, recalca que es el Espíritu quien precede a los misioneros, siendo el verdadero protagonista que hace brotar los frutos de la evangelización.

La Iglesia, en su celo apostólico, no se anuncia a sí misma, sino que proclama un don, una gracia: el Espíritu Santo. Esta conciencia es fundamental para comprender que la fuerza de la misión proviene de Dios y no de los esfuerzos humanos.

El Papa nos desafía a adoptar un enfoque creativo y sencillo en la difusión del Evangelio. Destaca que en una época donde el anuncio se vuelve difícil, es esencial mantener la creatividad pastoral y evitar refugiarse en zonas de comodidad espiritual.

La creatividad pastoral es una manifestación de fidelidad al Espíritu Santo. En un mundo que desafía las formas tradicionales de anuncio, el Papa nos alienta a buscar constantemente nuevas formas de expresión, adaptadas al mundo contemporáneo, manteniendo la frescura original del Evangelio.

La sencillez, enraizada en el «primer anuncio», es esencial para transmitir el mensaje central de la fe: el amor de Cristo y su sacrificio redentor. Esta sencillez, lejos de ser simplista, es la puerta de entrada a la misericordia infinita del Padre.

La reflexión del Papa nos lleva a reconocer al Espíritu Santo como el motor y la fuente del celo apostólico. Su presencia en la Iglesia es vital, infundiendo audacia, creatividad y sencillez en el anuncio del Evangelio. Invocar al Espíritu Santo se convierte así en un llamado diario para revitalizar la fe, la acción y el propósito de la misión cristiana.

Catequesis. La pasión por la evangelización: el celo apostólico del creyente. 29. El anuncio es en el Espíritu Santo.

PAPA FRANCISCO

AUDIENCIA GENERAL

Aula Pablo VI
Miércoles, 6 de diciembre de 2023

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Catequesis. La pasión por la evangelización: el celo apostólico del creyente. 29. El anuncio es en el Espíritu Santo.

Queridos hermanos y hermanas,

en las catequesis pasadas hemos visto que el anuncio del Evangelio es alegría, es para todos y va dirigido al hoy. Descubrimos ahora una última característica esencial: es necesario que el anuncio suceda en el Espíritu Santo. De hecho, para “comunicar a Dios” no bastan la alegre credibilidad del testimonio, la universalidad del anuncio y la actualidad del mensaje. Sin el Espíritu Santo todo celo es vano y falsamente apostólico: sería solo nuestro y no traería fruto.

En Evangelii gaudium recordé que «Jesús es el primero y el más grande evangelizador»; que «en cualquier forma de evangelización el primado es siempre de Dios», el cual «quiso llamarnos a colaborar con Él e impulsarnos con la fuerza de su Espíritu» (n. 12). ¡Este es el primado del Espíritu Santo! Por eso el Señor compara el dinamismo del Reino de Dios a «un hombre que hecha el grano en la tierra; duerma o se levante, de noche o de día, el grano brota y crece, sin que él sepa cómo» (Mc 4,26-27). El Espíritu es el protagonista, precede siempre a los misionarios y hace brotar los frutos. ¡Esta conciencia nos consuela mucho! Y nos ayuda a especificar otra, igualmente decisiva: es decir que en su celo apostólico la Iglesia no se anuncia a sí misma, sino una gracia, un don, y el Espíritu Santo es precisamente el Don de Dios, como dijo Jesús a la mujer samaritana (cfr Jn 4,10).

Pero el primado del Espíritu no debe inducirnos a la indolencia. La confianza no justifica la retirada. La vitalidad de la semilla que crece por sí misma no autoriza a los campesinos al abandono del campo. Jesús, al dar las últimas recomendaciones antes de subir al cielo, dijo: «recibiréis la fuerza del Espíritu Santo, que vendrá sobre vosotros, y seréis mis testigos […] hasta los confines de la tierra» (Hch 1,8). El Señor no nos ha dejado cuadernos de teología o un manual de pastoral para aplicar, sino al Espíritu Santo que suscita la misión. Y la audacia valiente que el Espíritu Santo infunde nos lleva a imitar el estilo, que siempre tiene dos características: la creatividad y la sencillez.

Creatividad, para anunciar a Jesús con alegría, a todos y en el hoy. En esta nuestra época, que no ayuda a tener una mirada religiosa sobre la vida y en la que el anuncio se ha convertido en diversos lugares más difícil, cansado, aparentemente infructífero, puede nacer la tentación de desistir del servicio pastoral. Quizá nos refugiamos en zonas de seguridad, como la repetición habitual de cosas que se hacen siempre, o en las tentadoras llamadas de una espiritualidad intimista, o incluso en un sentimiento mal comprendido de la centralidad de la liturgia. Son tentaciones que se disfrazan de fidelidad a la tradición, pero a menudo, más que respuestas al Espíritu, son reacciones a las insatisfacciones personales. Sin embargo, la creatividad pastoral, el ser audaces en el Espíritu, ardientes de su fuego misionero, es prueba de fidelidad a Él.  Por eso he escrito que «Jesucristo también puede romper los esquemas aburridos en los cuales pretendemos encerrarlo y nos sorprende con su constante creatividad divina. Cada vez que intentamos volver a la fuente y recuperar la frescura original del Evangelio, brotan nuevos caminos, métodos creativos, otras formas de expresión, signos más elocuentes, palabras cargadas de renovado significado para el mundo actual» (Evangelii gaudium, 11).

Creatividad, por tanto; y después sencillez, precisamente porque el Espíritu nos lleva a la fuente, al “primer anuncio”. De hecho, es «el fuego del Espíritu que […] nos hace creer en Jesucristo, que con su muerte y resurrección nos revela y nos comunica la misericordia infinita del Padre» (ivi, 164). Este es el primer anuncio, que «debe ocupar el centro de la actividad evangelizadora y de todo intento de renovación eclesial»; para repetir: «Jesucristo te ama, dio su vida para salvarte, y ahora está vivo a tu lado cada día, para iluminarte, para fortalecerte, para liberarte» (ibid).

Hermanos y hermanas, dejémonos cautivar por el Espíritu Santo e invoquémoslo cada día: sea Él el principio de nuestro ser y de nuestro obrar; sea el inicio de toda actividad, encuentro, reunión y anuncio. Él vivifica y rejuvenece la Iglesia: con Él no debemos temer, porque Él, que es la armonía, mantiene siempre creatividad y sencillez juntas, suscita la comunión y envía en misión, abre a la diversidad y reconduce a la unidad. Él es nuestra fuerza, el aliento de nuestro anuncio, la fuente del celo apostólico. ¡Ven, Espíritu Santo!

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