Hechos 6, 8-10; 7, 54-60

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Hch 6, 8-10; 7, 54-60
En aquellos días, Esteban, lleno de gracia y de poder, realizaba grandes prodigios y señales entre la gente. Algunos judíos de la sinagoga llamada «de los Libertos», procedentes de Cirene, Alejandría, Cilicia y Asia, se pusieron a discutir con Esteban; pero no podían refutar la sabiduría inspirada con que hablaba. Al oír estas cosas, los miembros del sanedrín se enfurecieron y rechinaban los dientes de rabia contra él.

Pero Esteban, lleno del Espíritu Santo, miró al cielo, vio la gloria de Dios y a Jesús, que estaba de pie a la derecha de Dios, y dijo: «Estoy viendo los cielos abiertos y al Hijo del hombre de pie a la derecha de Dios».

Entonces los miembros del sanedrín gritaron con fuerza, se taparon los oídos y todos a una se precipitaron sobre él. Lo sacaron fuera de la ciudad y empezaron a apedrearlo. Los falsos testigos depositaron sus mantos a los pies de un joven, llamado Saulo.

Mientras lo apedreaban, Esteban repetía esta oración: «Señor Jesús, recibe mi espíritu». Después se puso de rodillas y dijo con fuerte voz: «Señor, no les tomes en cuenta este pecado». Diciendo esto, se durmió en el Señor.

El relato de la muerte de San Esteban, como se encuentra en el libro de los Hechos en el Nuevo Testamento, ofrece un testimonio que impacta sobre su valentía y fe inquebrantable. Esteban era un hombre lleno de gracia y poder, y realizaba prodigios y señales entre la gente, lo que probablemente generó controversia y envidia entre algunos sectores, como los judíos de la sinagoga de los Libertos.

La principal razón detrás de su muerte fue su firme testimonio de fe en Jesucristo como el Hijo de Dios y su disposición a proclamar esto públicamente. Su enseñanza y la sabiduría inspirada que manifestaba no podían ser refutadas por sus opositores. Esto desencadenó la ira de los líderes religiosos, quienes lo acusaron de blasfemia.

El momento crucial llegó cuando Esteban, lleno del Espíritu Santo, proclamó su visión celestial, viendo a Jesús a la derecha de Dios. Esta declaración fue considerada como blasfemia por el sanedrín, desatando una violenta reacción. Fue arrastrado fuera de la ciudad y apedreado hasta la muerte por una multitud enfurecida.

A pesar del sufrimiento extremo, Esteban mantuvo una actitud de perdón y compasión, siguiendo el ejemplo de Jesús. En sus últimos momentos, pidió a Dios que no les tomara en cuenta el pecado a aquellos que lo estaban apedreando, y entregó su espíritu al Señor, muriendo con dignidad y valentía por su fe.

La historia de San Esteban es un recordatorio de la fuerza de la fe en tiempos difíciles, así como un ejemplo de perdón y amor incluso hacia aquellos que lo perseguían. Su martirio se convirtió en un testimonio perdurable de la valentía y la convicción de seguir a Cristo hasta el final.

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