Juan 1, 29-34

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Jn 1,29-34
Al día siguiente, vio Juan el Bautista a Jesús, que venía hacia él, y exclamó: «Éste es el Cordero de Dios, el que quita el pecado del mundo. Éste es aquel de quien yo he dicho: ‘El que viene después de mí, tiene precedencia sobre mí, porque ya existía antes que yo’. Yo no lo conocía, pero he venido a bautizar con agua, para que él sea dado a conocer a Israel».

Entonces Juan dio este testimonio: «Vi al Espíritu descender del cielo en forma de paloma y posarse sobre él. Yo no lo conocía, pero el que me envió a bautizar con agua me dijo: ‘Aquel sobre quien veas que baja y se posa el Espíritu Santo, ése es el que ha de bautizar con el Espíritu Santo’. Pues bien, yo lo vi y doy testimonio de que éste es el Hijo de Dios».

El evangelio que hoy nos propone la Iglesia nos sumerge en un momento crucial: el encuentro entre Juan el Bautista y Jesús. Juan, al ver a Jesús, reconoce y proclama su identidad como el Cordero de Dios, aquel que quita el pecado del mundo. Esta declaración encierra una profunda revelación sobre la misión de Jesús en la redención y salvación de la humanidad.

En el contexto de la Navidad, este pasaje adquiere una relevancia especial. Nos recuerda el significado esencial de la venida de Jesús al mundo: su nacimiento marca el comienzo de una misión redentora, simbolizada por el título de «Cordero de Dios». La Navidad no es solo el nacimiento de un niño en un pesebre, sino el inicio de la obra de salvación divina.

El testimonio de Juan el Bautista nos insta a reflexionar sobre tres elementos fundamentales:

  1. La identidad de Jesús: Reconocer a Jesús como el Cordero de Dios nos lleva a contemplar su divinidad y su papel como Redentor. En este tiempo navideño, es esencial profundizar en nuestra comprensión de quién es Jesús para nosotros como individuos y como comunidad de fe.
  2. El rol del bautismo: Juan bautizaba con agua, preparando el camino para la revelación de Jesús. Este tiempo nos invita a reflexionar sobre nuestro propio bautismo y renovar nuestro compromiso con una vida cristiana auténtica. El bautismo nos introduce en la vida de Cristo y nos llama a ser testigos de su amor y misericordia.
  3. La acción del Espíritu Santo: El descenso del Espíritu en forma de paloma sobre Jesús simboliza la investidura del Espíritu Santo en su vida y ministerio. Así, el Espíritu nos guía, fortalece y capacita para vivir como discípulos de Cristo en el mundo.

Pero no queda esto solamente en reconocer los elementos fundamentales del Evangelio de hoy, sino que debems atrevernos a preguntarnos ¿cuáles son las actitudes que en este tiempo se han de vivir? Pues aquí pienso que viene el detalle de la reflexión, y es profundizar en acciones concretas desde la lectura de este evangelio. Te las comparto.

  • La contemplación: Meditar sobre la gracia de la encarnación y la presencia de Dios entre nosotros.
  • La gratitud: Agradecer por el regalo de la redención a través de Jesús.
  • La renovación bautismal: Renovar nuestro compromiso con la fe y el seguimiento de Cristo.
  • La evangelización: Compartir el mensaje de esperanza y amor de Cristo con los demás.

La Navidad no solo es un evento histórico, sino un llamado a la reflexión, la renovación y la acción. Este tiempo nos invita a sumergirnos en la maravilla del misterio de la Encarnación y a responder activamente al amor de Dios manifestado en Jesucristo, dejando que el Espíritu Santo guíe nuestras vidas y acciones.

También los primeros Doce eran extranjeros en las tierras que evangelizaban, y tropezaban con gentes que construían el mundo sobre bases diametralmente opuestas a la doctrina de Cristo.

—Mira: por encima de esas circunstancias adversas, se sabían depositarios del mensaje divino de la Redención. Y clama el Apóstol: «¡desventurado de mí si no lo predicare!»

San Josemaría Escrivá, Forja, 668.
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