Día 1: Amarás al Señor tu Dios… y a tu prójimo como a ti mismo.

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Se levantó un legista, y dijo para ponerle a prueba: «Maestro, ¿que he de hacer para tener en herencia vida eterna?»
Él le dijo: «¿Qué está escrito en la Ley? ¿Cómo lees?» Respondió: «Amarás al Señor tu Dios con todo tu corazón, con toda tu alma, con todas tus fuerzas y con toda tu mente; y a tu prójimo como a ti mismo». Díjole entonces: «Bien has respondido. Haz eso y vivirás». Pero él, queriendo justificarse, dijo a Jesús: «Y ¿quién es mi prójimo?» Jesús respondió: «Bajaba un hombre de Jerusalén a Jericó, y cayó en manos de salteadores, que, después de despojarle y golpearle, se fueron dejándole medio muerto. Casualmente, bajaba por aquel camino un sacerdote y, al verle, dio un rodeo. De igual modo, un levita que pasaba por aquel sitio le vio y dio un rodeo. Pero un samaritano que iba de camino llegó junto a él, y al verle tuvo compasión; y, acercándose, vendó sus heridas, echando en ellas aceite y vino; y montándole sobre su propia cabalgadura, le llevó a una posada y cuidó de él. Al día siguiente, sacando dos denarios, se los dio al posadero y dijo: «Cuida de él y, si gastas algo más, te lo pagaré cuando vuelva.» ¿Quién de estos tres te parece que fue prójimo del que cayó en manos de los salteadores?» Él dijo: «El que practicó la misericordia con él». Jesús le dijo: «Vete y haz tú lo mismo».

En este primer día del octavario de oración por la unidad de los cristianos, nos sumergimos en el profundo mensaje del evangelio según Lucas 10, 25-37. En estas palabras, Jesús nos insta a amar al Señor nuestro Dios con todo nuestro ser y a nuestro prójimo como a nosotros mismos. Un lema que resuena con una llamada a la acción y a la reflexión profunda.

Amar a Dios es el fundamento de nuestra fe, es el anclaje que da significado a cada paso que damos en nuestra jornada espiritual. Este amor no es solo un sentimiento, sino un compromiso de corazón, mente y alma. Nos invita a buscar la conexión divina en cada momento, a encontrar la presencia de lo sagrado en lo cotidiano.

Pero Jesús va más allá, nos desafía a extender este amor hacia nuestro prójimo, no de manera superficial, sino de manera profunda y significativa. Amar al prójimo como a nosotros mismos implica compasión, empatía y acción. Es reconocer la imagen de Dios en cada persona y responder con amor y servicio, trascendiendo las barreras que puedan separarnos.

En el contexto del octavario de oración por la unidad de los cristianos, estas palabras cobran especial relevancia. Nos recuerdan que nuestra unidad no se construye solo en la similitud de creencias, sino en el amor compartido por nuestro Creador y en la responsabilidad mutua hacia nuestros semejantes. La oración por la unidad se convierte en un acto de amor, donde buscamos superar divisiones y abrazar la diversidad que enriquece nuestra fe.

Que este primer día del octavario sea un llamado a la reflexión profunda, a la oración ferviente y a la acción amorosa. Que el amor a Dios y al prójimo sea la brújula que guíe nuestro camino hacia una unidad cristiana más fuerte y vibrante. En este viaje juntos, recordemos que el amor es el lazo que une nuestras almas y que, en la oración compartida, encontramos la fuerza para construir puentes que nos acerquen más a la unidad que anhelamos.

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