Mc 4, 35-41
Un día, al atardecer, Jesús dijo a sus discípulos: «Vamos a la otra orilla del lago». Entonces los discípulos despidieron a la gente y condujeron a Jesús en la misma barca en que estaba. Iban además otras barcas.

De pronto se desató un fuerte viento y las olas se estrellaban contra la barca y la iban llenando de agua. Jesús dormía en la popa, reclinado sobre un cojín. Lo despertaron y le dijeron: «Maestro, ¿no te importa que nos hundamos?» Él se despertó, reprendió al viento y dijo al mar: «¡Cállate, enmudece!» Entonces el viento cesó y sobrevino una gran calma. Jesús les dijo: «¿Por qué tenían tanto miedo? ¿Aún no tienen fe?» Todos se quedaron espantados y se decían unos a otros: «¿Quién es éste, a quien hasta el viento y el mar obedecen?»

El Evangelio de Marcos 4, 35-41 relata la escena en la que Jesús, después de enseñar a la multitud a través de parábolas, decide cruzar el lago con sus discípulos. En el camino, una tormenta se desata, generando temor entre los discípulos. Jesús, sin embargo, está en la popa de la barca, durmiendo. Despiertan a Jesús, le expresan su temor de hundirse, y Él, con una simple palabra, calma la tormenta, dejando asombrados a los discípulos.

La reflexión de Agustín de Hipona (Sermón 43, 1-3) destaca la importancia de mantener despierta la fe durante las tempestades de la vida. Compara la tormenta del lago con las pruebas y tentaciones que enfrentamos. Si permitimos que la fe duerma en nosotros, nos veremos afectados por las agitaciones de la vida. La clave es despertar a Cristo en nuestro corazón, recordar su enseñanza y confiar en su poder para calmar cualquier tormenta.

En la carta de Teresa de Ávila (Carta del 31-01-1579), dirigida a las Carmelitas de Sevilla, se percibe la preocupación por las dificultades y la persecución que enfrentan. Teresa anima a sus hermanas a mantener la confianza en Dios, a través de la oración y la búsqueda de su misericordia. La referencia a la tormenta y la imagen de Jesús que calma las aguas resuena con la idea de que, incluso en medio de las pruebas, la oración y la fidelidad a Dios son fundamentales.

Ambas reflexiones subrayan la importancia de mantener la fe activa en medio de las adversidades. Agustín destaca la necesidad de despertar a Cristo en nosotros, recordando sus enseñanzas y confiando en su poder. Teresa, por su parte, resalta la importancia de la oración y la confianza en la misericordia divina durante los tiempos difíciles.

En el contexto actual, estas reflexiones nos invitan a considerar cómo enfrentamos las tormentas de la vida. ¿Permitimos que la fe duerma en nosotros, o la mantenemos despierta a través de la oración y la confianza en Dios? La enseñanza de Jesús sobre la calma de la tormenta nos recuerda que, incluso en los momentos más difíciles, podemos confiar en su poder y encontrar la paz en medio de las tempestades.

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