V Domingo del Tiempo Ordinario (Ciclo B)

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La V semana del Tiempo Ordinario nos presenta una selección de textos bíblicos que abordan diversos temas, desde la vocación de los discípulos hasta la autoridad de Jesús en la enseñanza y en los actos milagrosos. Estos pasajes nos invitan a reflexionar sobre nuestra propia respuesta a la llamada de Jesús y a reconocer la autoridad divina en nuestras vidas.

Jb 7, 1-4. 6-7
En aquel día, Job tomó la palabra y dijo:
«La vida del hombre en la tierra es visa de soldado
y sus días, como días de un jornalero.
Como el esclavo suspira en vano por la sombra
y el jornalero se queda aguardando su salario,
así me han tocado en suerte meses de infortunio
y se me han asignado noches de dolor.
Al acostarme, pienso: ‘¿Cuándo será de día?’
La noche se alarga y me canso de dar vueltas
hasta que amanece.

Mis días corren más aprisa que una lanzadera
y se consumen sin esperanza.
Recuerda, Señor, que mi vida es un soplo.
Mis ojos no volverán a ver la dicha».

El ser humano sufre y se aflije cuando desconoce sus acciones o cuando quiere que Dios sea según su antojo.

En el Libro de Job (Jb 7, 1-4. 6-7), Job, en medio de su sufrimiento y aflicción, expresa su angustia y desesperación ante la efímera naturaleza de la vida humana. Utiliza imágenes vívidas para describir la fragilidad y la brevedad de la existencia.

Job compara la vida del hombre en la tierra con la vida de un soldado o un jornalero, señalando la transitoriedad de los días humanos. Hace una analogía con la espera ansiosa de un esclavo por la sombra y la expectativa del jornalero por su salario, destacando así la frustración y la falta de recompensa en su propia situación.

Los meses de infortunio y las noches de dolor son presentados como una asignación desafortunada que le ha tocado vivir a Job. Su lamento refleja la profunda tristeza y la sensación de desesperación que experimenta. Job se siente atrapado en un ciclo interminable de agonía, anhelando el amanecer como una esperanza que parece tardar en llegar.

Job describe la rapidez con la que sus días transcurren, comparándolos con una lanzadera que se mueve velozmente. Esta imagen evoca la sensación de la eficacia implacable del tiempo, que se agota sin dejar espacio para la esperanza. La vida de Job parece consumirse sin perspectivas de mejoría.

En su súplica final, Job recuerda a Dios la fugacidad de su existencia, describiéndola como un soplo. Esta metáfora resalta la fragilidad y la brevedad de la vida, comparándola con un aliento que desaparece rápidamente. Job expresa la triste realidad de que sus ojos no volverán a ver la dicha, subrayando la pérdida de la alegría y la felicidad en su situación actual.

En conjunto, este pasaje del Libro de Job presenta un cuadro sombrío de la experiencia humana, marcada por el sufrimiento, la frustración y la búsqueda de sentido en medio de la aflicción. La expresión sincera de Job revela la complejidad de enfrentar el dolor y la angustia, y su clamor a Dios refleja la profunda necesidad de consuelo y esperanza en medio de la adversidad.

Salmo 146,1-2. 3-4. 5-6
R. (cf. 3a) Alabemos al Señor, nuestro Dios.

Alabemos al Señor, nuestro Dios,
porque es hermoso y justo el alabarlo.
El Señor ha reconstruido a Jerusalén,
y a los dispersos de Israel los ha reunido.  

R. Alabemos al Señor, nuestro Dios.

El Señor sana los corazones quebrantados,
y venda las heridas;
tiende su mano a los humildes
y humilla hasta el polvo a los malvados.  

R. Alabemos al Señor, nuestro Dios.

El puede contar el número de estrellas
y llama a cada una por su nombre.
Grande es nuestro Dios, todos lo puede;
su sabiduría no tiene límites.  

R. Alabemos al Señor, nuestro Dios.

La alabanza a Dios ubica a la persona en relación a su corazón divino y le orienta a actuar de forma correcta.

En el Salmo 146, se proclama un cántico de alabanza al Señor, destacando su hermosura, justicia y acciones redentoras en favor de Jerusalén y los dispersos de Israel. Este salmo se presenta como una respuesta jubilosa a la grandeza y la misericordia divina, contrastando con la angustia y desesperación expresadas por Job en su lamento.

El salmo inicia con una invitación a alabar al Señor, enfatizando su hermosura y justicia como motivos para la adoración. Este tono de alabanza resuena positivamente, contrastando con la carga de sufrimiento que Job experimenta en sus propias palabras.

El salmo continúa destacando la obra redentora de Dios al reconstruir Jerusalén y reunir a los dispersos de Israel. Aquí, se presenta a Dios como el sanador de corazones quebrantados y el que vende las heridas. Esta imagen de restauración y cuidado divino contrasta con la sensación de desolación y desesperanza expresada por Job.

La referencia a la acción de Dios hacia los humildes y su humillación de los malvados resuena con el tema de justicia que también se encuentra en Job. Mientras Job cuestiona la equidad divina en medio del sufrimiento, el salmo resalta la intervención divina en favor de los humildes y en contra de los malvados.

La mención de Dios como el que cuenta el número de estrellas y las llama por su nombre destaca la omnipotencia y la sabiduría divina. Este pasaje resuena con el reconocimiento de Job sobre la grandeza de Dios y su sabiduría ilimitada. Ambos textos refuerzan la idea de la magnificencia y la soberanía de Dios sobre la creación.

Este Salmo proporciona una perspectiva de alabanza y confianza en la bondad divina, en marcado contraste con la angustia y el lamento de Job. Aunque ambos textos aborden aspectos distintos de la relación entre Dios y la humanidad, la alabanza del salmo sirve como un recordatorio de la esperanza y la redención que se encuentran en la fe, incluso en medio de las pruebas y el sufrimiento.

1 Cor 9, 16-19. 22-23
Hermanos: No tengo por qué presumir de predicar el Evangelio, puesto que ésa es mi obligación. ¡Ay de mí, si no anuncio el Evangelio! Si yo lo hiciera por propia iniciativa, merecería recompensa; pero si no, es que se me ha confiado una misión. Entonces, ¿en qué consiste mi recompensa? Consiste en predicar el Evangelio gratis, renunciando al derecho que tengo a vivir de la predicación.

Aunque no estoy sujeto a nadie, me he convertido en esclavo de todos, para ganarlos a todos. Con los débiles me hice débil, para ganar a los débiles. Me he hecho todo a todos, a fin de ganarlos a todos. Todo lo hago por el Evangelio, para participar yo también de sus bienes.

En la carta de San Pablo a los Corintios (1 Cor 9, 16-19. 22-23), el apóstol reflexiona sobre su compromiso con la predicación del Evangelio y su renuncia a ciertos derechos personales en aras de la misión confiada a él.

Pablo comienza subrayando que no considera la predicación del Evangelio como un mérito personal del cual pueda jactarse, sino más bien como una obligación que le ha sido impuesta. Siente una responsabilidad tan profunda por la difusión del mensaje evangélico que considera un infortunio no cumplir con esta tarea. Expone que, si predicara por iniciativa propia, podría esperar una recompensa, pero su motivación radica en cumplir con la misión divina encomendada.

La recompensa que encuentra Pablo en su labor evangelizadora es la capacidad de predicar el Evangelio de forma gratuita, renunciando al derecho que podría tener de recibir sustento material a cambio. Aquí, revela su desinterés económico y su compromiso con la gratuidad del mensaje salvífico que predica.

Pablo continúa destacando su versatilidad y adaptabilidad en el servicio a otros. Aunque no está sujeto a nadie, se convierte en esclavo de todos, mostrando su disposición a adaptarse para acercarse a diferentes personas y contextos. Se identifica con los débiles para ganar a los débiles, adoptando una actitud de comprensión y empatía. Se hace todo para todos con el objetivo de alcanzar a todos, demostrando una entrega total a la misión evangelizadora.

El apóstol concluye enfatizando que todas sus acciones están motivadas por el Evangelio, con el deseo de participar de los bienes espirituales que este ofrece. Su vida se orienta completamente hacia la proclamación de la buena nueva y la comunión en la fe.

La carta destaca el fervor y la dedicación de Pablo hacia la predicación del Evangelio, subrayando su renuncia a beneficios personales y su disposición a adaptarse a diversas circunstancias con el fin de alcanzar a más personas. Su ejemplo resuena como un llamado a la entrega total por la causa del Evangelio y la preocupación por el bien espiritual de los demás.

Mc 1, 29-39
En aquel tiempo, al salir Jesús de la sinagoga, fue con Santiago y Juan a casa de Simón y Andrés. La suegra de Simón estaba en cama, con fiebre, y enseguida le avisaron a Jesús. Él se le acercó, y tomándola de la mano, la levantó. En ese momento se le quitó la fiebre y se puso a servirles.

Al atardecer, cuando el sol se ponía, le llevaron a todos los enfermos y poseídos del demonio, y todo el pueblo se apiñó junto a la puerta. Curó a muchos enfermos de diversos males y expulsó a muchos demonios, pero no dejó que los demonios hablaran, porque sabían quién era él.

De madrugada, cuando todavía estaba muy oscuro, Jesús se levantó, salió y se fue a un lugar solitario, donde se puso a orar. Simón y sus compañeros lo fueron a buscar, y al encontrarlo, le dijeron: «Todos te andan buscando». Él les dijo: «Vamos a los pueblos cercanos para predicar también allá el Evangelio, pues para eso he venido». Y recorrió toda Galilea, predicando en las sinagogas y expulsando a los demonios.

El Evangelio según Marcos (Mc 1, 29-39) narra un día en la vida de Jesús, donde realiza diversas acciones de sanación y predicación. Este pasaje tiene relación con el Libro de Job, el Salmo 146 y la Segunda Lectura de 1 Corintios 9, que juntos nos ofrecen una perspectiva más completa.

En este episodio, Jesús sale de la sinagoga y se dirige a la casa de Simón y Andrés, donde encuentran a la suegra de Simón enferma con fiebre. Jesús, con un gesto de cercanía y compasión, toma su mano y la levanta, y al instante, la fiebre la abandona. Este acto de curación y servicio revela la autoridad de Jesús sobre las enfermedades y su disposición a aliviar el sufrimiento de los demás.

La escena continúa con la llegada del atardecer, momento en el cual le llevan a Jesús a todos los enfermos y poseídos del demonio, y la gente se aglomera en la puerta. Jesús cura a muchos enfermos y expulsa a demonios, pero les prohíbe hablar, posiblemente para mantener su identidad y misión en reserva.

Aunque la conexión directa con el Libro de Job no es evidente en este pasaje, podemos ver que Jesús, en su ministerio, responde a la realidad del sufrimiento humano. En el libro de Job, vemos a un hombre que enfrenta el dolor y la aflicción, mientras que en el Evangelio, Jesús se presenta como el sanador y libertador de aquellos que sufren.

El Salmo 146, por otro lado, resuena con la acción de Jesús al mencionar la curación de corazones quebrantados y el cuidado de los humildes. La misión de Jesús refleja la compasión divina descrita en el salmo, donde Dios sana las heridas y se acerca a los necesitados.

La Segunda Lectura de 1 Corintios 9 destaca la disposición de Pablo a renunciar a sus derechos personales por el bien del Evangelio. Jesús, en el Evangelio de Marcos, también muestra esta renuncia al retirarse a un lugar solitario para orar, evidenciando la importancia del tiempo de comunión con Dios.

En conjunto, estos textos revelan una imagen integral de Jesús como sanador, liberador y predicador del Evangelio. Se destaca su compasión hacia los afligidos y su disposición a renunciar a sus propios derechos para cumplir con su misión redentora. La interconexión entre estos textos resalta la coherencia del mensaje de salvación y la respuesta de Jesús al sufrimiento humano.

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