San Jerónimo Emiliani

San Jerónimo Emiliani, también conocido como Jerónimo de Miani, fue un santo cuya vida estuvo marcada por la caridad y el servicio a los necesitados. Nacido en Venecia en 1481, provenía de una familia con una larga tradición militar y senatorial. Desde temprana edad, se dedicó a la milicia y participó en batallas contra los franceses en la Liga de Cambray.

Sin embargo, su vida dio un giro cuando, en 1511, su ejército fue derrotado y él fue encarcelado. Durante su tiempo en prisión, encontró consuelo en la oración y en la Virgen María. Experimentó un milagroso escape de la cárcel y, decidido a dedicarse únicamente a Dios y a sus hermanos, renunció a su carrera militar y se ordenó sacerdote en 1518.

En ese tiempo, Italia experimentaba un movimiento de reforma que enfatizaba la piedad y el servicio a los pobres y enfermos. San Jerónimo se unió a este movimiento y fundó hospitales y casas de acogida en varias ciudades italianas. Su corazón estaba especialmente dedicado a los pobres y los niños desamparados, a quienes recogía de las calles, les proporcionaba alimentos, medicinas y educación.

En 1531, fundó el primer hospicio en Venecia y recibió ayuda de personas nobles y piadosas, incluido su padre espiritual, el futuro Papa Paulo IV. Extendió sus obras a otras ciudades como Brescia, Padua, Vicenza, Verona y Bérgamo. En Bérgamo, estableció una comunidad para los Siervos de los Pobres, que más tarde se convirtió en una orden religiosa.

San Jerónimo se dedicaba también a dar misiones a los campesinos y a brindar consuelo y curación a los enfermos. Su reputación de santidad y milagros se extendió por toda Italia. En 1537, durante una terrible epidemia de peste, San Jerónimo dedicó sus últimos días a atender a los enfermos, incluso a riesgo de su propia vida. Finalmente, sucumbió a la enfermedad ese mismo año, a la edad de 56 años.

La vida y los milagros de San Jerónimo Emiliani lo llevaron a ser venerado como santo por la Iglesia Católica. Su dedicación a la caridad y su servicio desinteresado a los más necesitados lo convierten en un ejemplo perdurable de amor cristiano y sacrificio.

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