La oración auténtica

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En su reciente tweet, el Papa Francisco nos recuerda una enseñanza fundamental sobre la oración, especialmente relevante en el contexto del Año de la Oración en preparación al Jubileo Ordinario de 2025. Al citar el Evangelio según Mateo (6,7-8), el Santo Padre nos invita a reflexionar sobre la autenticidad de nuestra comunicación con Dios.

El pasaje bíblico mencionado nos insta a evitar el uso vano de palabras durante la oración, enfatizando en cambio la importancia de encomendarnos al Padre celestial, quien conoce nuestras necesidades incluso antes de que las expresemos. Esta admonición del Señor nos lleva a reconsiderar la forma en que nos acercamos a Dios en oración, recordándonos que la verdadera comunión con Él no está marcada por la cantidad de palabras que empleamos, sino por la sinceridad y humildad de nuestro corazón.

En el contexto del Año de la Oración, este mensaje del Papa Francisco adquiere una relevancia aún mayor. Durante este tiempo de reflexión y renovación espiritual, somos llamados a examinar la calidad de nuestra vida de oración y a cultivar una relación más profunda con Dios. Esto implica abandonar la superficialidad y el automatismo en nuestras prácticas de oración, y en su lugar, abrirnos a la acción del Espíritu Santo, permitiendo que Él ore en nosotros de acuerdo con la voluntad del Padre.

Además, este llamado a una oración más auténtica y significativa nos prepara para el Jubileo Ordinario de 2025, un momento de gracia y renovación para la Iglesia. Al purificar nuestras intenciones y elevar nuestra comunión con Dios, nos preparamos para recibir abundantemente las bendiciones y la misericordia que Él derrama sobre Su pueblo durante este tiempo jubilar.

El mensaje del Papa Francisco nos recuerda que la oración verdadera no reside en la cantidad de palabras que pronunciamos, sino en la disposición de nuestro corazón para encomendarnos a Dios con humildad y confianza. En este Año de la Oración y en preparación para el Jubileo Ordinario, seamos diligentes en cultivar una vida de oración auténtica, nutriendo así nuestra relación con el Padre celestial y abriéndonos a Su amor y gracia abundantes.

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