En la catequesis del 12 de enero de 2022, del ciclo de catequesis sobre San José, el Papa Francisco nos invita a reflexionar sobre San José como un trabajador, un carpintero cuyo oficio fue crucial en la formación de Jesús y que resuena aún hoy en día con la realidad de los trabajadores de todo el mundo.

San José, como carpintero, representa a todos aquellos que realizan trabajos duros y a menudo poco reconocidos en la sociedad. El Papa nos llama a contemplar la realidad de los trabajadores, desde aquellos que laboran en minas y fábricas hasta los explotados en trabajos informales y los niños obligados a trabajar en condiciones inhumanas. El trabajo, nos recuerda el Papa, es un componente esencial de la vida humana y un camino de santificación. No solo proporciona el sustento necesario, sino que también es un lugar donde nos expresamos, nos sentimos útiles y aprendemos lecciones de concreción y humanidad. Sin embargo, el trabajo a menudo se convierte en una periferia existencial debido a la injusticia social y a la lógica del mero beneficio.

El Papa nos desafía a reflexionar sobre nuestra propia actitud hacia el trabajo y a preguntarnos con qué espíritu lo realizamos. ¿Lo vemos solo como un medio para nuestro propio beneficio, o lo relacionamos con el destino y la dignidad de los demás? San José, como modelo de trabajo digno y solidario, nos inspira a buscar formas de recuperar el valor del trabajo en nuestra sociedad. El llamado del Papa a la Iglesia y a la sociedad en general es a rescatar el trabajo de la lógica del mero beneficio y a promover su vivencia como un derecho y deber fundamental de la persona. Esto implica un compromiso con la justicia social y la solidaridad con los trabajadores más vulnerables.

Oración

Oh, san José,
patrón de la Iglesia,
tú que junto con el Verbo encarnado
trabajaste cada día para ganarte el pan,
encontrando en Él la fuerza de vivir y trabajar;
tú que has sentido la inquietud del mañana,
la amargura de la pobreza, la precariedad del trabajo;
tú que muestras hoy el ejemplo de tu figura,
humilde delante de los hombres,
pero grandísima delante de Dios,
protege a los trabajadores en su dura existencia diaria,
defiéndelos del desaliento,
de la revuelta negadora,
como de la tentación del hedonismo;
y custodia la paz del mundo,
esa paz que es la única que puede garantizar el desarrollo de los pueblos. Amén

Papa Francisco
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