En su última audiencia general, el Papa Francisco nos orientó sobre la virtud de la prudencia, destacando su relevancia en el mundo contemporáneo. En un contexto marcado por la velocidad de los cambios y la superficialidad de las apariencias, el Papa nos recuerda que la prudencia es una cualidad esencial para navegar por la complejidad de la realidad.

No es la virtud de la persona temerosa, siempre titubeante ante la acción que debe emprender. No, esta es una interpretación errónea. No es tampoco solamente la cautela. Conceder la primacía a la prudencia significa que la acción del ser humano está en manos de su inteligencia y de su libertad. La persona prudente es creativa: razona, evalúa, trata de comprender la complejidad de la realidad. Y no se deja llevar por las emociones, la pereza, las presiones, las ilusiones.

Papa Francisco

La prudencia no es sinónimo de miedo o indecisión, como a menudo se malinterpreta, sino que es la capacidad de gobernar nuestras acciones con inteligencia y libertad. Es la virtud que nos permite discernir entre el bien y el mal, evaluar las situaciones y tomar decisiones conscientes y responsables. En un mundo donde la banalidad y la superficialidad muchas veces dominan, la prudencia nos invita a profundizar en nuestras acciones y a no dejarnos llevar por las emociones o las presiones externas.

El Papa nos recuerda que la prudencia es también una virtud que nos enseña a no buscar la perfección a toda costa, sino a actuar con gradualidad y mesura. Demasiado celo puede conducir a desastres y conflictos, mientras que la prudencia nos ayuda a evitarlos al ponderar cuidadosamente nuestras acciones. Además, la prudencia nos enseña a valorar la sabiduría de la tradición y a ser previsores en la consecución de nuestros objetivos. No debemos olvidar el pasado, sino aprender de él para construir un futuro mejor. Esta combinación de sencillez y astucia es fundamental en la vida cristiana, como nos recuerda el Papa citando pasajes del Evangelio.

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