Durante la catequesis del 9 de febrero de 2022, el Papa Francisco invitó a los presentes a reflexionar sobre un tema que, aunque puede parecer distante en nuestra sociedad actual obsesionada con la juventud y el bienestar, es profundamente relevante: la muerte. Sin embargo, no abordó este tema desde una perspectiva lúgubre o fatalista, sino desde una óptica de esperanza y fe, centrándose en la figura de san José como el patrono de la buena muerte.

El Papa nos recordó que san José murió en la presencia de Jesús y María, en el seno de su familia en Nazaret. Aunque no existan datos históricos que confirmen este hecho, la tradición cristiana lo ha mantenido vivo, inspirando así una devoción especial hacia él como protector de los moribundos. Esta devoción, que ha perdurado a lo largo de los siglos, nos recuerda que la muerte no es el final, sino un paso hacia la vida eterna en compañía de Dios.

En un mundo que tiende a negar la realidad de la muerte, el Papa nos exhorta a enfrentarla con valentía y serenidad, recordando que es parte inherente de la condición humana. Nos invita a reflexionar sobre la calidad de nuestra muerte, no como un evento a evitar a toda costa, sino como un momento en el que podemos experimentar la cercanía de Dios y encontrar sentido a nuestra vida terrenal.

La fe en la resurrección de Cristo es la luz que ilumina el misterio de la muerte, dándole un nuevo significado y permitiéndonos mirar toda nuestra existencia con una perspectiva renovada. A través de la muerte, podemos comprender mejor el valor de la vida y la importancia de vivirla en plenitud, compartiendo el amor y la bondad con los demás.

El Papa también aborda cuestiones éticas relacionadas con el final de la vida, como el encarnizamiento terapéutico y la eutanasia. Nos recuerda que la medicina paliativa y el cuidado compasivo son formas de acompañar dignamente a quienes se enfrentan a la muerte, respetando su dignidad y su derecho a una muerte digna. En un gesto de profunda solidaridad, el Papa nos invita a rezar por los agonizantes y por sus familias, reconociendo el dolor y la dificultad de este momento, pero confiando en la misericordia de Dios que se hace presente en la hora de nuestra muerte.

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