Nuestra Señora de la Santa Cruz

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Nuestra Señora de la Santa Cruz es una advocación venerada en la Basílica de la Santa Cruz en Jerusalén, una de las siete iglesias de peregrinación de Roma. La historia de esta advocación se remonta alrededor del año 320, cuando Santa Elena, madre del emperador Constantino, modificó una de las habitaciones de su palacio imperial en Roma para albergar las reliquias de la Pasión de Cristo que había traído de Tierra Santa.

Santa Elena emprendió un viaje a Tierra Santa en el año 326, donde fundó iglesias en los lugares de nacimiento y ascensión de Cristo en Belén y Jerusalén. Bajo su dirección, muchos lugares santos fueron identificados, purificados y consagrados para el culto cristiano. La capilla de Santa Elena, parcialmente subterránea, fue adornada con tierra traída del Calvario, lo que la convirtió en un lugar de especial devoción. Con el tiempo, esta capilla se convirtió en una basílica, siendo restaurada en varias ocasiones por papas como Gregorio II y Lucio II.

La basílica alberga numerosas reliquias significativas relacionadas con la Pasión de Cristo, incluyendo fragmentos de la cruz, espinas de la Corona de Espinas, una parte de uno de los clavos que sostuvieron a Jesús en la Cruz, y otros objetos sagrados asociados con su vida terrenal. Estas reliquias, consideradas sagradas por los fieles, son veneradas como testigos tangibles de la redención de la humanidad a través del sacrificio de Cristo.

La devoción a Nuestra Señora de la Santa Cruz en la Basílica de la Santa Cruz en Jerusalén es un recordatorio de la conexión espiritual entre Roma y Tierra Santa, así como un símbolo del sufrimiento redentor de Cristo y la intercesión maternal de María en la vida de los fieles. La basílica, con su rica historia y sus veneradas reliquias, sigue siendo un destino de peregrinación para los creyentes de todo el mundo, que buscan la gracia y la bendición de la Santísima Virgen y su Hijo.

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