Nuestra Señora de la Altagracia

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Nuestra Señora de la Altagracia, o como es conocida popularmente en la República Dominicana, «La Virgen de la Altagracia«, es una advocación mariana de gran importancia en la cultura y la religión del país. Su santuario principal se encuentra en la ciudad de Higüey, en la región este de la República Dominicana. La devoción a Nuestra Señora de la Altagracia tiene sus raíces antes de la llegada de los españoles a América. Incluso antes de la conquista, peregrinaciones se realizaban hacia el santuario en la localidad de Higüey.

Uno de los relatos más conocidos sobre esta advocación es el de la salvación de Ponce de León y su tripulación de un naufragio gracias a las oraciones a esta Virgen. Este hecho, junto con numerosos milagros atribuidos a Nuestra Señora de la Altagracia, llevó a la construcción de una moderna Basílica en Higüey en su honor, donde se venera su imagen hasta el día de hoy. Una historia particularmente notable relacionada con esta advocación es la aparición de la Virgen a la hija de Ponce de León, conocida como La Niña. La Virgen se le apareció mientras oraba ante la estatua en la capilla de su casa y le pidió que solicitara a su padre un regalo: un cuadro de Nuestra Señora de la Altagracia.

Ponce de León, sorprendido por esta solicitud, emprendió la búsqueda del cuadro con la ayuda de su hija. Finalmente, en un encuentro fortuito con un anciano, el cuadro deseado fue encontrado. El anciano, que llevaba consigo el cuadro, afirmó que era la imagen de la Virgen de la Altagracia y se lo entregó a Ponce de León para su hija. Tras el regreso a casa, La Niña recibió el cuadro con gran emoción, reconociendo inmediatamente la imagen como la misma que se le había aparecido. El cuadro fue colocado en la capilla local, donde los fieles acudían para venerarlo.

La historia de Nuestra Señora de la Altagracia está llena de milagros y manifestaciones divinas, como el cuadro que desaparecía de la capilla y era encontrado en las ramas del árbol bajo el cual fue enterrada La Niña. Estos eventos condujeron a la construcción de un santuario en el lugar, donde continuaron ocurriendo milagros y donde los fieles acuden en busca de protección y bendiciones. La devoción a Nuestra Señora de la Altagracia sigue siendo una parte integral de la vida religiosa y cultural de la República Dominicana, y su imagen es venerada y querida por millones de personas en todo el país y más allá.

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