Jn 6, 30-35
En aquel tiempo, la gente le preguntó a Jesús: «¿Qué signo vas a realizar tú, para que lo veamos y podamos creerte? ¿Cuáles son tus obras? Nuestros padres comieron el maná en el desierto, como está escrito: Les dio a comer pan del cielo».

Jesús les respondió: «Yo les aseguro: No fue Moisés quien les dio pan del cielo; es mi Padre quien les da el verdadero pan del cielo. Porque el pan de Dios es aquel que baja del cielo y da la vida al mundo».

Entonces le dijeron: «Señor, danos siempre de ese pan». Jesús les contestó: «Yo soy el pan de la vida. El que viene a mí no tendrá hambre, y el que cree en mí nunca tendrá sed».

En el pasaje del Evangelio según Juan 6, 30-35, la gente busca de Jesús un signo que les permita creer en él. Hacen referencia al maná que sus antepasados recibieron en el desierto durante el éxodo, considerándolo como un signo de la provisión divina. Sin embargo, Jesús responde diciendo que no fue Moisés quien les dio el verdadero pan del cielo, sino que es Dios, su Padre, quien proporciona el verdadero pan celestial.

Jesús revela que él mismo es ese verdadero pan de Dios que desciende del cielo y que otorga vida al mundo. Esta declaración implica una revelación profunda sobre su identidad y su propósito. La multitud, respondiendo a esta declaración, pide siempre tener acceso a ese pan celestial. A lo que Jesús responde declarando su propia identidad como «el pan de la vida». En este contexto, la afirmación de Jesús adquiere un significado simbólico y trascendental, especialmente en el contexto pascual.

En el contexto pascual, esta enseñanza de Jesús adquiere una relevancia aún mayor. La Pascua judía conmemora la liberación del pueblo de Israel de la esclavitud en Egipto, y el maná del desierto es un símbolo de la provisión divina durante ese período. Jesús, al presentarse como el verdadero pan del cielo que da vida al mundo, establece una conexión entre el maná del Antiguo Testamento y su propia persona como la fuente última de provisión espiritual y vida eterna para toda la humanidad.

Por lo tanto, en el contexto pascual, este pasaje nos invita a reflexionar sobre la significación más profunda de la Pascua cristiana, que celebra la resurrección de Jesús y su papel como el pan de vida que satisface nuestras necesidades espirituales más profundas y nos ofrece la esperanza de una vida eterna en comunión con Dios. Jesús se presenta como el cumplimiento último y definitivo de todas las promesas y símbolos del Antiguo Testamento, ofreciendo a todos la oportunidad de saciar su hambre espiritual y su sed de verdad y vida eterna mediante la fe en él.

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