En la audiencia general del miércoles 17 de abril de 2024, el Papa Francisco profundizó en la virtud de la templanza, la cuarta y última de las virtudes cardinales. Comenzó situando esta virtud en un contexto filosófico más amplio, remontándose a Aristóteles y su concepción de las virtudes como un camino hacia la felicidad. La templanza, en palabras del Papa, es el «poder sobre sí mismo«, la capacidad de autodominio que nos permite moderar los placeres y mantener el equilibrio en el uso de los bienes creados.

Según el Catecismo de la Iglesia Católica, la templanza asegura el dominio de la voluntad sobre los instintos y mantiene los deseos dentro de los límites de la honestidad. Es la virtud de la justa medida, que se manifiesta en todas las áreas de la vida: desde el control de los impulsos hasta el manejo de las palabras y las emociones en las relaciones interpersonales.

El Papa enfatiza que la persona templada actúa con sabiduría, evitando los extremos y practicando la moderación incluso en el disfrute de los placeres. Reconoce que, en un mundo donde se glorifica la expresión impulsiva, la templanza se presenta como una cualidad valiosa y poco común, que se relaciona estrechamente con actitudes evangélicas como la pequeñez, la discreción y la mansedumbre.

Para los cristianos, la templanza no solo es una virtud moral, sino también un aspecto fundamental de la vida espiritual. Permite cultivar una relación equilibrada con Dios y con los demás, evitando los excesos que pueden desviar del camino de la fe y la santidad. En última instancia, la templanza conduce a una mayor alegría y plenitud en la vida, al permitirnos apreciar y valorar lo que realmente importa.

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