La Beata Constanza de Hungría nació en 1237 como la sexta hija del rey Bela IV de Hungría y María Láscarina. Destacaba por su linaje real, siendo sobrina de santa Isabel de Hungría y hermana de otras figuras veneradas como santa Margarita de Hungría, la beata Yolanda de Polonia y la duquesa santa Cunegunda o Kinga de Polonia.
Después de la invasión tártara en 1241, el rey Bela IV buscó fortalecer los lazos dinásticos con los vecinos, y en 1252, Constanza fue entregada en matrimonio al duque León I de Galitzia, perteneciente a la familia de los Rúrikovich. Este matrimonio, sin embargo, resultó ser una experiencia dolorosa para Constanza.
Su esposo, el duque León I, era conocido por su violencia y naturaleza indomable, causándole constante sufrimiento a la princesa real húngara. La difícil situación en la que se encontraba el duque de Galitzia añadió más penurias a la vida de Constanza. Tras la muerte de su esposo en 1266, Constanza optó por retirarse como monja a un convento en Sandra.
En el convento, Constanza dedicó el resto de su vida a la oración y a la vida religiosa, alejándose de las dificultades de su matrimonio. Falleció el 8 de mayo de 1276, encontrando paz y consuelo en su vida monástica. Su legado es recordado por su devoción y resistencia frente a las adversidades.
Constanza fue beatificada en 1674, siendo reconocida por su fortaleza espiritual y su capacidad para mantener su fe en medio de las tribulaciones matrimoniales. Aunque su matrimonio fue marcado por la violencia y las dificultades, Constanza encontró refugio en la vida monástica, dejando un ejemplo de perseverancia y devoción que perdura en su veneración como beata. Su único hijo, Jorge, continuó las siguientes ramas de los Rúrikvich en Galitzia, contribuyendo así al devenir histórico de la región.