En su audiencia general del 15 de mayo de 2024, el Papa Francisco concluyó su serie de catequesis sobre las virtudes teologales, dedicando su reflexión a la caridad. Esta virtud, junto con la fe y la esperanza, forma parte del conjunto de dones que solo pueden ser plenamente vividos gracias a la gracia divina. El Papa subrayó la importancia de la caridad, considerándola el culmen de todo el itinerario recorrido hasta ahora.

El Papa Francisco comenzó citando la Primera Carta a los Corintios, donde San Pablo destaca la supremacía de la caridad sobre la fe y la esperanza: «En una palabra, quedan estas tres: la fe, la esperanza y el amor. La más grande es el amor» (1 Co 13,13). San Pablo dirigió estas palabras a la comunidad de Corinto, que, a pesar de sus divisiones internas y conflictos, necesitaba ser recordada sobre la importancia del amor fraterno. El Apóstol criticó duramente a los corintios por sus disputas y egoísmos, especialmente durante la «Cena del Señor», la Eucaristía, donde algunos se aprovechaban de la ocasión para comer y beber, excluyendo a los menos favorecidos.

En la actualidad, el término «amor» está en boca de todos, desde influencers hasta canciones populares. Sin embargo, el Papa Francisco nos invita a reflexionar sobre el verdadero significado del amor desde una perspectiva cristiana. Para San Pablo, el amor auténtico no es el que se manifiesta de manera ostentosa o superficial, sino aquel que se da sin esperar nada a cambio, que permanece oculto y que se dirige a los más necesitados.

Los cristianos primitivos utilizaron varias palabras griegas para definir el amor, destacándose finalmente la palabra «ágape«, que traducimos como «caridad«. Este amor no es meramente humano, sino que es un don de Dios que nos impulsa a amar a Dios y al prójimo como Dios los ama. La caridad nos lleva a amar a los pobres, a los que no son amables, a aquellos que no nos quieren y no son agradecidos, e incluso a nuestros enemigos. Este amor, que es teologal y viene del Espíritu Santo, nos empuja a donde humanamente no iríamos.

Jesús, en el Sermón de la Montaña, nos enseña que el verdadero amor se manifiesta cuando amamos a nuestros enemigos y hacemos el bien sin esperar nada a cambio. Este amor va más allá de las acciones humanas ordinarias y se convierte en una expresión del amor divino. Francisco recuerda que Jesús dijo: «Si aman a los que los aman, ¿qué mérito tienen? También los pecadores aman a los que los aman. Y si hacen bien solo a los que les hacen bien, ¿qué mérito tienen? También los pecadores hacen lo mismo» (Lc 6,32-33).

La caridad, como virtud teologal, es un amor difícil e incluso imposible de practicar sin la presencia de Dios en nuestras vidas. Nuestra naturaleza humana nos lleva a amar lo que es bueno y bello, pero el amor de Dios nos llama a amar más allá de estos límites. El amor cristiano, según Francisco, abraza lo que no es amable, ofrece el perdón y bendice a los que maldicen. Este amor audaz es la «puerta estrecha» que debemos atravesar para entrar en el Reino de Dios.

Al final de nuestra vida, no seremos juzgados por el amor genérico, sino por la caridad concreta que hayamos practicado. Jesús nos recuerda en el Evangelio de Mateo: «En verdad les digo que cuanto hicieron a uno de estos hermanos míos más pequeños, a mí me lo hicieron» (Mt 25,40). Este es el gran desafío del amor cristiano: amar de manera tangible y efectiva a los más necesitados, a los marginados y a aquellos que nos desafían.

La reflexión del Papa Francisco sobre la caridad nos invita a vivir un amor que trasciende lo humano y se convierte en una expresión del amor divino. Este amor, que es don de Dios, nos llama a amar sin condiciones, a perdonar y a bendecir a nuestros enemigos. La caridad es la virtud que nos permite entrar en el Reino de Dios y es, en última instancia, la medida por la cual seremos juzgados. Como cristianos, estamos llamados a vivir este amor en nuestras vidas diarias, recordando siempre las palabras de Jesús y el llamado a amar como Él nos ama.

Diseña un sitio como este con WordPress.com
Comenzar