La historia del santuario dedicado a Nuestra Señora de Sichem, también conocida como Nuestra Señora de Montaigu, es un testimonio de la fe y devoción que ha perdurado a lo largo de los siglos. Originalmente ubicado en el Monte Garizim, Israel, este santuario fue reubicado en el ducado de Lovaina, en Brabante, tras la conquista musulmana.

Durante el reinado del emperador Adriano, el templo en el Monte Garizim fue restaurado y dedicado a Júpiter. Una pequeña comunidad cristiana se estableció en la zona, pero a menudo sufrió ataques por parte de los samaritanos. En el año 474, para vengar un ataque injusto contra esta comunidad, el emperador cedió el Monte Garizim a los cristianos, quienes construyeron una iglesia dedicada a la Santísima Virgen.

Con la conquista musulmana, el cristianismo prácticamente desapareció del distrito. En respuesta, los franceses erigieron un santuario en el ducado de Lovaina para honrar a la Virgen María. La antigua estatua de Nuestra Señora de Sichem, o Nuestra Señora de Montaigu, como es más comúnmente conocida hoy en día, ha sido venerada en Bélgica desde tiempos muy antiguos. La Madre de Dios recompensó generosamente a los fieles por su devota atención.

Según la leyenda, un pastor encontró la estatua de Nuestra Señora después de que aparentemente cayera de un nicho tallado en un viejo roble. La estatua era misteriosamente demasiado pesada para que el pastor pudiera levantarla solo, por lo que corrió a buscar a su maestro para que le ayudara a devolver la estatua a su lugar en el viejo roble.

Se dice que en 1306, la Santísima Virgen María conmovió los corazones de la gente al hacer que cuatro gotas de sangre fluyeran de los ojos de la estatua dedicada a ella. Este milagro revivió la fe del pueblo e incrementó su fervor religioso.

Se construyó una pequeña capilla bajo el árbol, la cual fue reconstruida en 1602. La dedicación de Nuestra Señora de Sichem tuvo lugar en el año 1604 por el Arzobispo de Mechelen, Mathias Hovius. Desde entonces, numerosos milagros han sido atribuidos a Nuestra Señora, quien parecía demostrar su agradecimiento concediendo muchos favores. La estatua pronto fue venerada como milagrosa, y se han realizado numerosas peregrinaciones al sitio a lo largo de los siglos, continuando hasta el día de hoy.

Este santuario no solo es un lugar de devoción y milagros, sino también un símbolo de la resiliencia y la fe inquebrantable de los cristianos. La historia de Nuestra Señora de Sichem nos recuerda la importancia de la fe y la devoción, así como la protección y las bendiciones que la Virgen María ofrece a quienes la honran con sincera piedad.

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