La ciudad de Arras, en Francia, alberga una catedral conocida como Notre Dame de Arras o simplemente la Catedral de Arras. Esta majestuosa catedral, originalmente construida en el año 1030 y dedicada a San Vaast, fue un magnífico ejemplo de arquitectura gótica. Sin embargo, la belleza y esplendor de esta edificación no sobrevivieron a los estragos de la Revolución Francesa, durante la cual fue completamente destruida.

Tras la devastación, se emprendió la construcción de una segunda iglesia, esta vez en un estilo más simple y clásico. No obstante, los tiempos turbulentos no permitieron que esta obra se completara sin obstáculos. Los monjes fueron expulsados y el edificio fue confiscado por el ejército revolucionario, que lo utilizó como hospital. Finalmente, la construcción de esta nueva iglesia se concluyó en 1833, aunque nunca se terminó completamente, ya que no llegó a recibir la torre que se había planificado.

El infortunio volvió a golpear a la Catedral de Arras durante la Primera Guerra Mundial, cuando fue parcialmente destruida por bombardeos en 1917. A pesar de esto, el templo fue restaurado en 1920 y sigue siendo un lugar de visita y veneración hasta el día de hoy. Arras es conocida también por un milagro que ocurrió en el año 371, registrado por el destacado San Jerónimo. En ese tiempo, una gran hambruna asolaba la región y los habitantes de Arras recurrieron a la Santísima Virgen María en oración, suplicando alivio. De manera milagrosa, una sustancia similar a la lana blanca, mezclada con una fuerte lluvia, cayó del cielo en Arras. Esta sustancia, que en realidad era un pan celestial, comúnmente llamado maná, trajo el tan necesario alivio a la hambruna. Restos de este maná se conservaban en la iglesia dedicada a María hasta la Revolución Francesa.

Otra historia vinculada a Nuestra Señora de Arras relata un milagro ocurrido en el año 1105, durante una devastadora plaga conocida como el “Fuego Sagrado”. Según la leyenda, la Virgen María apareció en el campanario de la iglesia y el obispo, en un acto de fe y esperanza, extendió hacia ella una vela sagrada. La cera de esta vela, disuelta en agua, fue administrada a los enfermos, quienes milagrosamente se curaban. Sorprendentemente, a pesar de su uso continuo, la vela nunca se consumió durante los años de la epidemia.

La historia de Nuestra Señora de Arras es un testimonio de la profunda fe y devoción que ha perdurado a lo largo de los siglos, a pesar de las adversidades. Desde los milagros del maná celestial hasta la leyenda de la vela sagrada, esta advocación de la Virgen María continúa inspirando a los fieles y recordándonos el poder de la intercesión divina en tiempos de necesidad.

Hoy en día, la Catedral de Arras, restaurada y preservada, sigue siendo un símbolo de esperanza y un monumento a la rica historia espiritual de esta región. La fe en Nuestra Señora de Arras perdura, invitando a todos a reflexionar sobre los milagros del pasado y a buscar su protección en el presente.

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