Aparición de Nuestra Señora a San Bonet

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La aparición de Nuestra Señora a San Bonet, obispo de Clermont en Auvernia, es un relato venerado en la tradición católica. San Bonet, conocido por su profunda devoción a la Virgen María, fue obispo de Clermont durante diez años en el siglo VII. Según la tradición, San Bonet experimentó una aparición celestial mientras rezaba en solitario en la iglesia.

Durante su oración, San Bonito fue interrumpido por voces angelicales que cantaban en armonías celestiales. Al levantar la vista, vio una multitud de ángeles que ingresaban a la iglesia, iluminándola con su resplandor. Junto a ellos estaban muchos santos, que procesionaban detrás de los ángeles. La Reina del Cielo, la Virgen María, estaba sentada en un trono magnífico sostenido por los serafines. La aparición se detuvo ante el altar principal, y la Virgen María misma se dirigió a San Bonet, declarándolo digno de oficiar la Santa Misa. Los santos lo acompañaron al coro, donde lo vistieron con una casulla de maravilloso trabajo traída por la Virgen para esa ocasión. Los ángeles y santos asistieron al obispo durante la misa como acólitos.

Al concluir la ceremonia, la Virgen María, los santos y los ángeles dejaron al obispo solo nuevamente. Dos años después, San Bonet se retiró y se trasladó al monasterio de Manlieu, donde vivió hasta su muerte en el año 710. La casulla, regalo de la Virgen, fue preservada en Clermont hasta el año 1793, cuando fue destruida junto con otras reliquias sagradas durante la Revolución Francesa.

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