San José, depositario del Misterio de Dios

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En la encíclica «Redemptoris Custos», el Papa Juan Pablo II nos ofrece un apartado sobre la figura de San José como depositario del misterio de Dios en la vida de Cristo y de la Iglesia. A lo largo de la historia sagrada, José emerge como una figura clave, a menudo eclipsada pero de una importancia monumental en el plan divino de la redención. Desde el momento en que José acepta la voluntad de Dios y toma a María como esposa, se convierte en un participante activo en el misterio de la encarnación. Aunque no recibió el anuncio del ángel como María, su pronta obediencia y aceptación de María como su esposa demuestran su profunda fe y confianza en la Palabra de Dios.

En los Evangelios se expone claramente la tarea paterna de José respecto a Jesús. De hecho, la salvación, que pasa a través de la humanidad de Jesús, se realiza en los gestos que forman parte diariamente de la vida familiar, respetando aquella «condescendencia» inherente a la economía de la encarnación. Los Evangelistas están muy atentos en mostrar cómo en la vida de Jesús nada se deja a la casualidad y todo se desarrolla según un plan divinamente preestablecido. La fórmula repetida a menudo: «Así sucedió, para que se cumplieran…» y la referencia del acontecimiento descrito a un texto del Antiguo Testamento, tienden a subrayar la unidad y la continuidad del proyecto, que alcanza en Cristo su cumplimiento.

Juan Pablo II (1989) Redemtoris Custos, 8

José se convierte así en el primer depositario junto con María del misterio «escondido desde siglos en Dios». Su papel como padre adoptivo de Jesús no es meramente simbólico, sino que implica una participación activa en el plan de salvación. José ejerce su paternidad con amor y dedicación, protegiendo y cuidando a Jesús como su propio hijo. La vida de José está marcada por una serie de eventos significativos, desde la anunciación del nacimiento de Jesús hasta la huida a Egipto para escapar de la persecución de Herodes. En cada uno de estos momentos, José demuestra su fidelidad a Dios y su papel crucial en la realización del plan divino.

Incluso en la vida cotidiana en Nazaret, José cumple con sus responsabilidades como padre terrenal de Jesús, enseñándole el oficio de carpintero y educándolo en la fe judía. Su humilde servicio y sacrificio son un ejemplo para todas las familias cristianas, mostrando cómo el amor y la obediencia a Dios pueden transformar la vida ordinaria en algo extraordinario.

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