San José, Varón justo

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En la figura de San José, el varón justo de Nazaret, encontramos un modelo de esposo que trasciende el tiempo y el espacio. A través de las palabras de los Evangelios y la reflexión de la Iglesia, podemos adentrarnos en la profundidad de su amor y su vocación única como esposo de María y padre de Jesús. Desde el silencio elocuente hasta su obediencia fiel, José nos enseña valiosas lecciones sobre el matrimonio y la paternidad. Su papel como esposo se revela como una expresión de entrega total, marcada por la confianza en la voluntad de Dios. Aunque en el silencio de sus palabras no se escuche, su acción habla de un amor profundo y auténtico hacia María y Jesús.

El matrimonio entre José y María es un misterio divino en sí mismo, donde la virginidad de María y la generosidad de José se entrelazan en un vínculo de amor único. A través de la acción del Espíritu Santo, José encuentra la fuente de su amor esponsal, que trasciende los límites humanos y se eleva a la altura de un amor divino. En la liturgia, se nos presenta a María y José como un símbolo del misterio de la Iglesia, virgen y esposa. Su unión representa la comunión de amor entre Dios y la humanidad, donde el matrimonio y la virginidad coexisten en armonía, expresando diferentes modos de vivir el mismo misterio de la Alianza.

Este vínculo de caridad constituyó la vida de la Sagrada Familia, primero en la pobreza de Belén, luego en el exilio en Egipto y, sucesivamente, en Nazaret. La Iglesia rodea de profunda veneración a esta Familia, proponiéndola como modelo para todas las familias. La Familia de Nazaret, inserta directamente en el misterio de la encarnación, constituye un misterio especial. Y —al igual que en la encarnación— a este misterio pertenece también una verdadera paternidad: la forma humana de la familia del Hijo de Dios, verdadera familia humana formada por el misterio divino. En esta familia José es el padre: no es la suya una paternidad derivada de la generación; y, sin embargo, no es «aparente» o solamente «sustitutiva», sino que posee plenamente la autenticidad de la paternidad humana y de la misión paterna en la familia. En ello está contenida una consecuencia de la unión hipostática: la humanidad asumida en la unidad de la Persona divina del Verbo-Hijo, Jesucristo. Junto con la asunción de la humanidad, en Cristo está también «asumido» todo lo que es humano, en particular, la familia, como primera dimensión de su existencia en la tierra. En este contexto está también «asumida» la paternidad humana de José.

Juan Pablo II (1989) Redemptoris Custos, 21.

La vida de la Sagrada Familia en Nazaret, marcada por la pobreza y la humildad, nos ofrece un modelo de familia para todas las generaciones. En José, vemos la autenticidad de la paternidad humana, que trasciende la mera biología y se convierte en un reflejo de la paternidad divina de Dios. Así, la vida de San José nos invita a reflexionar sobre el verdadero significado del matrimonio y la paternidad, recordándonos que el amor auténtico se funda en la confianza en la voluntad de Dios y en la entrega total al otro. En él, encontramos un modelo de esposo y padre que sigue inspirando a las familias de hoy en día a vivir en comunión de amor y fidelidad.

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